Nos Queda La Palabra

octubre 6, 2010

…en el pecho lo que soy

 

FlamencoDeLaHistoria

 

Dios de la nada

(Camarón-Tomatito-Paco de Lucía)

 

Tengo en vez de un corazón

no sé cuantos corazones

Tengo en vez de un corazón

en el pecho lo que soy

Y todos me piden amor

y  uno a uno se lo doy

 

Dios de la nada,

fuera del espino,

prepárame un laíto´

pa´que yo pueda llevar

al que allí quiera mi sitio

 

Dulce hada

que me estás haciendo volar

te doy la via´

y la muerte que me das

Reforzaré las venas con mi piel

tengo mi sangre en las venas cargás´

 

Solo, me encuentro mu´solo,

cuando me miro al espejo

ya no sé ni lo que digo:

vivo con el pensamiento,

Sin un amigo, sin un amigo.

Sólo palabras

que se lleva el viento

vuelvo a cantarle

al mundo que yo siento:

vuelvo a vivir con mis alegrías

sin olviar´que yo vivo sufriendo

 

Salí de la tierra,

nací de tu vientre

Ay, mare Juana,

que me quitan la vía´

sólo quieren mi muerte.

 

 

Palabras clave l   GALERÍA DE FOTOS. PACO DE LUCÍA & FLAMENCO SOY

                                   Flamenco-world.com

 

septiembre 25, 2010

…por los hondos caminos de la guitarra

 

Cold in hand blues 

y qué es lo que vas a decir
voy a decir solamente algo
y qué es lo que vas a hacer
voy a ocultarme en el lenguaje
y por qué
tengo miedo

             Alejandra Pizarnik

*

(cuenta suspendida)
Actualización
(08.10.10)
 

Symphony No. 14 Shostakovich – II Mov. Malagueña Allegretto

 nikolaos333

(En el canal de nikolaos333 se encuentra disponible  el texto original de Lorca  traducido al inglés, editado en los comentarios)

Gyorgy Lehel, direttore

Adrienne Csengery, soprano

Peter Koves, basso

Orchestra da Camara de Losanna

 

Malagueña 

La muerte
entra y sale
de la taberna.

Pasan caballos negros
y gente siniestra
por los hondos caminos
de la guitarra.

Y hay un olor a sal
y a sangre de hembra,
en los nardos febriles
de la marina.

La muerte
entra y sale
y sale y entra
la muerte
de la taberna.

 

                                                Federico García Lorca

 

Cita l A Media Voz (Alejandra Pizarnik)

Texto l Federico García Lorca. Poema del Cante Jondo. Tres Ciudades.

               Net Contribution by Eric Laermans

Enlaces de interés l  

Wikipedia l Symphony No. 14 (Shostakovich)

WordPress l  The Exhaustive Shostakovich

                      Six Romances on Texts by Japanese Poets, op. 21, for tenor and orchestra  (1928-1932)

Entradas relacionadas l Nos queda la palabra (Shostakovich)

.

septiembre 11, 2010

…¡ qué duda cabe !

  

shadow20999

Los imbeciles no sufren

Fernando Fernán Gómez….

 

La Silla de Fernando (2006) de Luis Alegre y David Trueba.

  

julio 17, 2010

…in your sweet dreams

 

(…)

La hermosura que el haber vivido

Pudo ser, unirá al alma

La muerte así, en un presente inmóvil,

Como el fauno en su mármol extasiado

Es uno con la música.

.

E iremos por el prado a las aguas, donde olvido,

Sin gesto el gozo, muda la palabra,

Vendrá desde tu labio hasta mi labio,

Fundirá en una sombra nuestras sombras.

.

El éxtasis. De Vivir sin estar viviendo. Luis Cernuda

.

Atticus70

Billie Holiday & Her Orchestra – Please Keep Me In Your Dreams

(NewYork, January 12, 1937)

Please keep me in your dreams
in your sweet dreams let me hold you
when through your window
the breeze comes swingin’
it’s just bringin’ this love song that i’m singin’
please keep me in your dreams
my kiss it seems must have told you
my heart you’ll borrow until tomorrow
so please keep me in your dreams

 

 

abril 7, 2010

…del lado de acá de los montes

 

quiero ver rayos contrayéndose

Miguel Hernández

 

Toyopyonkopyon

Nessun Dorma

Eric Clapton & Jeff Beck
Air Canada Centre
Toronto
February 21, 2010

 

1 
Soneto
 

 

La nave que surcando el Ponto pasa
 ligera y fuerte como viento y peña,

el bravo mar con ocasión pequeña

rompe, sorbe, deshace, ahoga, arrasa.

   La ciudad fuerte o respetada casa

que de tratar las nubes se desdeña,

con breve curso el Tiempo nos la enseña

rota, humilde, asolada, yerma y rasa.

   La ignorancia mortal que se alimenta

de bárbara ambición y se presume

potente, firme, estable, altiva, osada,

   baje la rueda,

que en un punto la muerte la resume

en humo, en polvo, en viento, en sombra, en nada.

 
 [Ms. de Évora, pp. 680-681]
  
  

 Francisco de Quevedo

 

Fuente l Libros del Silencio (Archivo pdf)

Palabras clave l Libros del Silencio (Facebook)

  

Vía l Poesía inédita. Francisco de Quevedo.          Algún día en alguna parte

 

…»cágome en el Amor y en su hermosura.»

Francisco de Quevedo 

 

La lectura de los diarios, siempre penosa desde el punto de vista estético, lo es también con frecuencia desde el moral, aún para quien tenga pocas preocupaciones morales.

(…)

¡Tantos nobles ideales caídos entre el estiércol, tantas ansias verdaderas extraviadas entre la escoria!

 Fernando Pessoa. Libro del desasosiego.

 

marzo 20, 2010

Hacia el último cielo…

 

(…)

Tan sólo un breve espacio

De amor esperanzado,

 

Antes que el plazo acabe

De vivir, a tu imagen

 

Tan querida me vuelvo

Aquí, en el pensamiento.

 

Y aunque tú no has de verlas,

Para hablar con tu ausencia

 

Estas líneas escribo

Únicamente por estar contigo.

 

Para ti, para nadie. Poemas para un cuerpo. Luis Cernuda

 

 

 

 Todo esto por amor

Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente,

Derriban los instintos como flores,

Deseos como estrellas,

Para hacer sólo un hombre con su estigma de hombre.

 

Qué derriben también imperios de una noche,

Monarquías de un beso,

No significa nada;

Que derriben los ojos, que derriben las manos como

             estatuas vacías,

Acaso dice menos.

 

Mas este amor cerrado por ver sólo su forma,

Sus formas entre las brumas escarlata

Quiere imponer la vida, como otoño ascendiendo tantas

             hojas

Hacia el último cielo,

Donde estrellas sus labios dan a otras estrellas,

Donde mis ojos, estos ojos,

Se despiertan en otros.

 

De Un río, un amor (1929). Luis Cernuda.

 

 

Entonces hubo suspiros, tanto más hondos cuanto más ahogados,

y miradas de reojo, tanto más dulces cuanto ocultas,

y rubores, aunque no los rubores de la culpa.

 

Don Juan, C.I. est, est. 74. Lord Byron

 

Pequeños acontecimientos. Rojo y negro. Stendhal

 

 

 

saoriminami

Esta Tarde Vi Llover – Trio Los Panchos

 (Autor: Armando Manzanero)

 

Amigo,  hermano. Compañero

No, no es el amor quien muere. 

 

 

febrero 6, 2010

«Surge amica mea et veni»

 

 «Cuando iba Jaime Gil de Biedma a Roma solíamos pasear por la Via Apia, donde todavía tengo un amante que me espera (…) Mi enamorado (…) sigue allí, es una estatua».

María Zambrano

 

La llama 

     Asisitida por mi alma antigua, por mi alma primera al fin recobrada, y por tanto tiempo perdida. Ella, la perdidiza, al fin volvió por mí. Yentonces comprendí que ella había sido la enamorada. Y yo había pasado por la vida tan sólo de paso, lejana de mí misma .Y de ella venían las palabras sin dueño que todos bebían sin dejarme apenas nada a cambio. Yo era la voz de esa antigua alma. Y ella, a medida que consumaba su amor, allá, donde yo no podía verla; me iba iniciando a través del dolor del abandono. Por eso nadie podía amarme mientras yo iba sabiendo del amor. Y yo misma tampoco amaba. Sólo una noche hasta el alba. Y allí quedé esperando. Me despertaba con la aurora, si es que había dormido. Y creía que ya había llegado, yo, ella, él… Salía el Sol y el día caía como una condena sobre mí. No, no todavía.

Zambrano, M.:  Diotima de Mantinea, en Hacia un saber sobre el alma, Madrid,
Ed. Alianza, 1989, p. 197

Cita  l  Roma, matria nutricia de María Zambrano

                Por Rogelio Blanco Martínez

                Cervantes Virtual

Texto l  A media voz

Palabras clave l    Algún día en alguna parte l María Zambrano 

.

.

Yo sé que ver y oir a un triste enfada
cuando se viene y va de la alegría
como un mar meridiano a una bahía,
a una región esquiva y desolada.

.

Lo que he sufrido y nada todo es nada
para lo que me queda todavía
que sufrir el rigor de esta agonía
de andar de este cuchillo a aquella espada.

.

Me callaré, me apartaré si puedo
con mi constante pena instante, plena,
a donde ni has de oírme ni de de verte.

.

Me voy, me voy, me voy, pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena:
adios, amor, adios hasta la muerte.

 

El rayo que no cesa. Miguel Hernández.

 

Foto: Maruja Mallo en su estudio. Madrid, 1936 

 

Imagen l Mujeres en el Arte

 

 

febrero 2, 2010

…o el moderno Prometeo.

 

Pedro85192

 

Leer Frankenstein, or, The modern Prometheus, de Mary Shelley

 

enero 28, 2010

…queriendo a los que quiero.

 

esta ofelia no es la prisionera de su propia voluntad
ella sigue a su cuerpo
espléndido como un golpe de vino en medio de
los hombres
su cuerpo estilo renacimiento lleno de sol de
Italia pasa por buenos aires
ofelia yo en tus pechos fundaría ciudades y
ciudades de besos
hermosas libres con su sombra a repartir con los
amantes mundiales
ofelia por tus pechos pasa como un temblor de
caballadas a medianoche por Florencia
tus pechos altos duros come il palazzo vecchio
una tarde del verano de 1957
iba yo por Florencia rodeado de tus pechos sin
saberlo
era igual la delicia la turbación el miedo
las sombras empezaban a andar por las callejas
con un olor desconocido
algo como tus pechos después de haber amado
eras oscura ofelia para entonces y enormemente
triste
una adivinación una catástrofe
un oleaje de olvido después de la ternura
una especie de culpa sin castigo
de furia en paz con su gran guerra
andabas por Florencia con tus pechos yendo
viniendo por las sombras
con saudade de mí seguramente
tu hombro izquierdo digamos
lloraba a tus espaldas o largaba sus ansias lentas
en el crepúsculo y ellas venían a mi sangre
o era un temblor como un presagio
gracias te sean dadas ojos míos
yo les beso las manos bésoles muy los pies
gracias narices mías muchas gracias oídos con
que escucho los ruidos de la ofelia
antes apenas era una ciudad de Italia
sus tiros me llenaban de otra desgracia el
corazón.

Juan Gelman

Incluido en Debí decir te amo. Sus mejores poemas de amor. Antología Personal. Juan Gelman.
Editorial Planeta. Poesía Planeta. Madrid. 1997.

 

Fuente l Poesía en español

.

«¿Quién dice que la poesía es inútil?»

Juan Gelman, premio Cervantes, es considerado uno de los más importantes poetas en lengua española. Aquí habla de su vida, su infancia, su juventud, su familia, su nieta y el oficio de escribir maravillas en forma de verso

Por Rodolfo Braceli
Para LA NACION – Buenos Aires, 2010

La conversación, esta conversación, empezó en 1965. Entretanto, media vida. O un pestañeo de tiempo, si es el sol el que mira.
(…)
Traigo yo un par de fotos del encuentro de hace 44 años. Se las mostraré más tarde. Empiezo con una pregunta grave:
-¿Cómo te llevás, Juan, con eso que llamamos «el tiempo»?
-El único consuelo es que envejece con uno.
-Los años vienen más cortos, ¿nos están afanando? A vos, ¿cuántos meses te duró este año?
-Esto depende de lo que pase, viejo, a mí me resultó muy largo. Es lo que llaman el tiempo psicológico. Pero si pienso que voy a cumplir 80, digo ¡pucha, qué rápido pasó!
-¿Cómo es eso de tener 80?
-Lo estoy averiguando.
-¿Te jode si hablamos lo menos posible de literatura?
-De lo que quieras. Vos preguntá.
(…)
-¿Te recordás naciendo?
-¡Por supuesto! Lo que me costó. Parece que mi madre estaba bien conmigo y no me dejaba afuera. Estuvo veintiséis horas en lo que se llamaba la cama dura, hasta que yo, peleando un poco, pude salir, con cinco kilos y medio. Me llamaban el torito de la sala y según mi mamá, me quiso robar una monja.
-Una monja, casualmente.
-Creo que esto pertenece a la leyenda familiar.
-Por ahí no es leyenda. Alguna vez Bradbury me contó que chequeó con su madre cosas que él recordaba de su cuarto día. Por ejemplo, al doctor que se inclinaba sobre él con el bisturí para la circuncisión.
-No sé, no sé…
-¿Te suena a mentira?
-Más bien me resulta no cierto.
(…)
-Para muchos no de carne, de fútbol somos. ¿El fútbol te interesa?
-Sí, claro, por supuesto.
-Seguro hincha de Atlanta.
-Sí, hombre, no me lo recuerdes. Siempre de Atlanta, ¡aunque ganara!
(…)
-¿Y tu mamá?
-Ella apoyó esta pequeña empresa. Mi padre enfermó, años padeció lo que supongo que era un cáncer, porque lo tuvieron que operar, y ella sostuvo la casa. Por otra parte, era una mujer culta, leía mucho. No sé cómo hacía, pero a mi hermana y a mí nos llevaba una vez por año al Colón, al paraíso. No sé, juntaría los centavitos. Ahí escuché a lo mejor de la época. Un acontecimiento para los hijos era. Cuando las cosas mejoraron, nos puso a estudiar piano y demás… me llevaba al cine…
-Siempre hay una película iniciática.
-Sí, me acuerdo que me llevó a ver… esa película del panadero que quiere suicidarse porque lo engaña la mujer… También me llevaba al teatro. En su juventud estudiaba medicina; se produce la revolución rusa y cambia todo. Y mi papá también era un hombre culto, participó en la revolución rusa de 1905. Cosa que nunca me dijeron en casa pero que yo averigüé con la familia en Moscú, cuando fui. Él era uno de esos obreros activistas del centro de Europa y del Este, que sabían de todo: política, economía, historia, literatura, lingüística… Dirigentes obreros así raro que haya.
(…)
-No te queda otra que ser ciudadano del mundo.
-Vos sabés que eso no existe, porque, mirá, yo no creo que exista tampoco el amor a la humanidad.
-¿Y aquello del amor universal?
-Uno no puede querer a la humanidad entera, no existe el amor universal; no puedo querer a los militares que mataron a mi hijo. Entonces mi amor es bastante selectivo.
(…)
-¿Cuál fue el libro que primero te sacudió?
-Mirá, leía las cosas escolares, pero a los 8 o 9 años empecé con los clásicos españoles, no Quevedo sino los poetas del siglo XIX. El primer libro que me produjo una emoción muy grande fue Humillados y ofendidos, de Dostoievski, que tenía mi hermano… Él tenía una habitación arriba, con una escalera de hierro. Un domingo se fue y subí y le saqué ese libro. Me senté en la escalera y me lo leí de arriba a abajo. Después estuve en cama dos días con fiebre. Tenía 14 años. Y no era que estuviera resfriado ni nada por el estilo. Eso fue una conmoción tremenda. Seguramente tuve lecturas superiores, pero ésa fue la que… no sé, me impresionó de un modo muy particular.
-¿En qué momento te das cuenta de tu vínculo con la poesía?
-Vos sabés que eso no es fácil, ¿no? En el Colegio Nacional de Buenos Aires conocí al que después se convirtió en una especie de hermano, Marcelo Ravoni, un poeta italiano que ya falleció. Nos mostrábamos las cosas, pero, bueno, uno entonces no pensaba que iba a ser poeta ni nada por el estilo.
(…)
-Aparte del emprendimiento familiar, ¿por dónde se te dio?
-Mirá, cuando tenía 19, trabajé para una revista de las aseguradoras. Iba adonde pasaba algo, a ver si tenían seguro o no. En general tenían. Pero una vez me tocó ir al puerto porque se había incendiado una lancha que era de dos hermanos; llego y estaban de lo más alicaídos. Ahí les digo: «Ustedes tenían seguro, ¿no?» «Se venció ayer», me dicen. Volví con esa historia, agobiado, y el director se restregó las manos y «¡Fantástico, escribila ya!». La escribí y me fui. Terrible.
-Más que amarillo, periodismo sádico.
-Sí, crónicas sádicas… Voy a pedir otro café… (Hace una seña, «Cortado con espuma de leche, por favor. Y agua».) Bueno, después trabajé de camionero.
(…)
-¿Cuándo te das cuenta de que lo tuyo es la poesía?
-Con este amigo Marcelo, a los 17, merodeaba por revistas literarias. Había un grupo de poetas que andaban por los 23, incluso habían publicado; se reunían en un café, les presentábamos poemas ¡y siempre desaprobaban los míos! Entonces un día dije esto no puede ser, tan malo no soy. Escribí uno y se lo atribuí a un poeta hebreo del siglo XII. Llegué al café y les dije «Miiiren, traje este poema; no sé si lo quieren leer…» «Sí, sí, cómo no.» Se deshicieron en elogios. Ahí me di cuenta de varias cosas y de la más importante: lo único que vale es la escritura. Nada más. Me di cuenta de la vanidad que rodea a toda esta historia.
-Hablando de la utilidad de la poesía se dice que sirve para «levantar mujeres». ¿Vos le diste ese uso alguna vez?
-Cuando tenía 9 años. Quería enganchar a una vecinita de 11 y yo le mandaba poemas de Almafuerte como si fueran míos.
-¿Y?
-No pasaba nada, entonces dije bueno voy a escribir yo.
-¿Y?
-Nada, pero yo seguí. Me consta que hay gente que ha usado mi poesía. Yo escribí un poema que se llama «Ofelia» y que empieza diciendo «Esta Ofelia no es la prisionera de su propia voluntad…». Un día me invita un cubano, en México, a una fiesta, y voy con mi mujer. Se acercan dos mujeres a saludarla y me dice una: «Le quiero presentar a mi esposo, porque después va a contarle algo». Y viene el tipo y me cuenta: que él primero había conocido a la amiga de su mujer, la que estaba ahí con ella, y le había enchufado el poema con su nombre, suponete, Patricia: «Esta Patricia no es la prisionera…». La cosa no caminó. Después conoció a la que fue su mujer, no sabía que eran amigas, y le enchufa el poema: «Esta Carolina no es la prisionera…». Ja, otra que me pasó fue una vez que justo salió un libro de Benedetti y uno mío, entonces nos hicieron una entrevista radial, pero en un café. Nos piden que cada uno lea un poema. Él leyó el suyo; yo, el mío, de amor. Termina la entrevista. Se me acerca una chica y me dice: «¿Ese poema es suyo?». Digo sí. «¡Hijo de puta!» «Mire, disculpe, el poema no será muy bueno pero yo soy un hombre decente.» «No -me dice-, hijo de puta el novio que tuve, que me lo mandó como que era de él.»
-A veces uno no puede usar ni su propio poema.
-Pero a mí eso me alegra, porque ¿quién dice que la poesía no sirve, que la poesía es inútil? Además, en el siglo II un filósofo chino, no me acuerdo el nombre, decía que todo el mundo habla de la utilidad de lo útil, pero nadie repara en la utilidad de lo inútil.
-Volvamos al eterno «para qué sirve la poesía».
-Ésa es una pregunta que se hizo, sobre todo, Hölderlin: ¿para qué poetas en estos tiempos mezquinos y miserables?
-Justamente.
-Sí, justamente.
-La abundancia de poetas abonará la teoría de las compensaciones.
-Mirá, los poemas son botellas al mar que por ahí llegan a la playa de un alma.
-Un alma, nada menos.
(…)
-Según pasan los años, ¿tus obsesiones se han ido modificando?
-Mirá, no se han modificado. Yo creo que todos los artistas pueden cambiar la expresión de sus obsesiones, pero por lo menos en mi caso, las obsesiones no cambian. Siempre tengo la imagen de sor Juana Inés de la Cruz de la espiral como definición de la belleza. Es decir, como si desde el punto donde esa espiral se inicia, también una obsesión se inicia en ese punto y da lugar a la espiral. Después, como si se mirara desde sus distintos puntos, cada vez más alto, cada vez más lejos, a la derecha, a la izquierda y todo lo demás… Mis obsesiones siguen siendo la niñez, el otoño, la muerte, el amor, la justicia social, la revolución. Pero además los hechos hacen que la calidad de la obsesión, su intensidad, se modifique; una cosa era cuando yo creía que estaba haciendo la revolución y otra cosa es lo que veo que pasó y está pasando. Entonces, en mi libro más reciente hay un poema que dice: «la revolución se paró en algún lado».
-¿Se paró o se bajó del mundo?
-Yo no he dicho eso, he dicho que se paró en algún lado… Yo ya sé que yo no la voy a vivir ni la voy a hacer.
-Pero sentís que alguna vez va a suceder.
-Después de tantos fracasos y errores, lo único que puedo decir es que es imposible mutilar en los seres humanos la capacidad de sueños, el deseo de cambio… Hay épocas muy grises, como la actual, que vivimos desde hace años y que viviremos unos años más todavía. Pero la historia enseña que al final algo cambia. Yo creo que en cada caso se cambia de una manera diferente y eso no lo puedo predecir. A pesar de todo el esfuerzo que este mundo globalizado, entre comillas, hace para manufacturar nuestra subjetividad a nivel mundial, para amansarnos, para convertirnos en tierra fértil para los autoritarismos… a pesar de todo yo creo que hay momentos en los que la gente dice basta. La historia muestra eso. ¿Cuándo, cómo, dónde va a ocurrir? No lo sé.
-Eso que llamamos condición humana, ¿ha avanzado al menos un centímetro? Hay hasta genocidios preventivos…
-Yo también digo ¿cómo es posible? Eso no creo que haya cambiado mucho, han cambiado sistemas sociales, pero no sé, no sé… He leído a Freud que habla del instinto de muerte y una cantidad de cosas como componente de la subjetividad humana. No lo veo ese cambio. Desde el comienzo de la historia que conocemos, esto viene ocurriendo. Si es posible que deje de ocurrir, no lo sé.
(…)
-¿La suposición del después de la muerte te sirve de algún consuelo?
-Bueno, yo no creo en la otra vida.
-¿Y si la hubiese?
-Bienvenida, no me voy a negar.
-Con Dios, ¿cómo te llevás?
-Hay una creencia que respeto, de mucha gente. Pero yo no creo en Dios, creo que es la creación de los hombres y no al revés… Soy ateo.
-Ateo, ¿nunca agnóstico?
-No, ateo. Lo que no quita que los místicos que te mencioné o toda esa indagación, empezando por la Biblia, siempre me ha interesado. Es un tema serio, más allá de la creencia o no creencia.
(…)
-En los años 70 se solía elegir entre Neruda y Vallejo. Vos ibas por Vallejo.
-Mirá, yo creo que Neruda es, evidentemente, un gran poeta. Pero hay poesía más afín a uno o menos afín. Hay grandes poetas que yo leo y no me tocan nada; no es culpa de ellos, es culpa mía. No hay que hablar de culpas en esto. Es una cuestión de afinidad espiritual, experiencia y todo eso.
-Ya Adán y Eva, parece, discutían qué es poesía. Para algunos, la palabra menos pensada. Para otros, la más pensada.
-Yo te hablo de mí: la escritura de un poema empieza por el primer verso, y hay que poder encontrarlo. Y después ya sigue sigue, sigue, sigue y cuando estás en un poema no es lo mismo que cuando lo terminaste o lo dejaste y lo ves desde otro lugar.
-¿Te das cuenta cuando te sucede el poema?
-Cuando estás en el poema, no sabés bien qué estás diciendo… simplemente me doy cuenta de que lo escribo, pero no de lo que escribo. Y después, cuando uno lo lee, dice bueno, esto está más o menos, esto suena mal, o este poema no se logró y va a la basura.
-¿El trabajo de corrección sobre el texto puede llegar a ser otra etapa de la inspiración?
-En mí no. Corrijo poco; es decir, tiro aquello que me parece que no salió. El poema está o no está. Y después soy consciente de que tiene imperfecciones pero no me pongo a componerlo.
-Entrarías así en la fabricación del poema.
-Claro, pero, te hablo de mí, hay otros poetas que no, y no es que sean malos poetas, todo lo contrario, son muy buenos y es probable que si yo me dedicara a corregir, mis cosas saldrían mejor. Pero a mí lo que me interesa es el acto de la poesía, y siento que lo traiciono si me pongo a corregir mucho… Como el que escribe es otro, cuando yo corrijo siento que estoy corrigiendo a otro. Y eso no se hace.
(…)
-Graham Greene insistía en que la naturaleza humana no es blanca y negra, sino negra y gris. Para Gelman, ¿cómo es?
-Negra, gris y de todos los colores, hasta los que no existen en la naturaleza.
-Cuando te nombran como un «poeta político», ¿cómo te suena?
-¿Dirías que Arquíloco fue un poeta político? Y sin embargo, escribió poemas pacifistas. ¿Dirías que Shakespeare fue un poeta político? Y sin embargo, nadie como él indagó las crueldades y las infamias de la lucha por el poder. No me estoy comparando, desde luego, no hay que hacer comparaciones, como decía Gardel. Creo que la poesía es palabra calcinada, que su único tema es la poesía.
-Entonces se puede hablar de todo en la poesía.
-Se puede hablar de todo. Hasta de amor.
-¿Cómo imaginás la literatura argentina si Borges no hubiera nacido?
-No me la puedo imaginar. Como no me la puedo imaginar sin Cortázar y tantos otros. La literatura es un tejido. Si alguno falta, queda un agujero.
(…)
Ya en la vereda, caminamos por Castro Barros. Una cuadra y doblamos por Don Bosco, paredes sembradas con escrituras en aerosol. Su semblante lo dice: a Gelman esta ciudad le produce alegría. Mientras el fotógrafo hace, me pongo a conversar con hebras entresacadas de un libro suyo. Gelman se retrata en una línea:
-«Miro mi corazón hinchado de desgracias…»
-Pese a todo, pese a tanto, Juan, con nosotros el amor.
-«Somos los que encendimos el amor para que dure, para que sobreviva a toda soledad. Hemos quemado el miedo, hemos mirado frente a frente al dolor antes de merecer esta esperanza.»
-La esperanza, ¿derecho o deber? ¿Podemos elegir?
-«Si me dieran a elegir, yo elegiría esta salud de saber que estamos muy enfermos, esta dicha de andar tan infelices.»
-¿Sólo eso?
-«Si me dieran a elegir, yo elegiría esta inocencia de no ser inocente, esta pureza en que ando por impuro… este amor con que odio, esta esperanza que come panes desesperados.»
(…)
¿Podría ser ahora, Juan, que suspendiéramos toda palabra dicha en voz alta, dicha en grito o dicha en escritura?
¿Podría ser que nos diéramos aquí mismo un abrazo a pleno sol en la plena noche?
A este encuentro le queda todavía media hora. Luego nos llevará un viejo Peugeot 404 modelo 69. La ciudad atorada, espesa de autos y bocinazos. Pero la alegría del poeta no amaina. Imperdonable lo mío, empecé con pregunta grave, concluyo con otra semejante:
-Hace un rato, Juan, me dijiste que la muerte te molestaba. No me dijiste por qué.
-Porque no me va a permitir que siga queriendo a los que quiero.

  

© LA NACION

 

Entrevista íntegra :

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adn Cultura

 

enero 9, 2010

…algo más lejos en la nada

 

15 de enero

Debería abrir una lata. O prepararme un baño. Pero entonces seguiría dando vueltas con mi pensamiento. Si escribo, me ocupo en algo, eso me permite huir. ¿Cuántas horas sin comer? ¿Cuántos días sin lavarme?  (…) , me he encerrado, han llamado al timbre en dos oportunidades, han llamado por teléfono con frecuencia, no respondo nunca, salvo a las ocho de la noche, a Maurice. Llama todos los días, puntualmente, con voz ansiosa:

-¿Qué has hecho hoy?

Contesto que que voy a ver a Isabel, Diana o Colette, que he estado en un concierto, en el cine.

-¿Y qué haces esta noche?

Digo que voy a ver a Diana o Isabelle, que iré al teatro. Insiste:

-¿Estás bien? ¿Duermes bien?

Lo tranquilizo y pregunto como está la nieve: nada extraordinario; y el tiempo tampoco brillante. Hay morosidad en su voz, como si ejecutara en Courchevel una obligación bastante agotadora. Y sé que tan pronto como cuelgue llegará riendo al bar en que Noëllie lo espera y beberán Martinis mientras comentan con animación los incidentes del día.

Eso es lo que he querido, ¿no es cierto?

He elegido enterrarme en mi sepulcro; ya no veo el día ni la noche; cuando ando demasiado mal, cuando todo se vuelve intolerable, trago alcohol, sedantes o somníferos. Cuando va un poco mejor, tomo estimulantes y me zambullo en una novela policiaca: estoy bien abastecida. Cuando el silencio me ahoga, enciendo la radio y me llegan de un planeta lejano voces que apenas comprendo: ese mundo tiene su tiempo, sus horas, sus leyes, su lenguaje, sus preocupaciones, diversiones que me son radicalmetne extraños. ¡A qué grado de abandono se puede llegar cuando se está totalmente sólo, encerrado! La habitación apesta a tabaco y a alcohol, hay ceniza por todas partes, estoy sucia, las sábanas estan sucias, el cielo está sucio, los cristales están sucios, esta suciedad es un caparazón que me protege, no saldré de ella nunca más. Sería fácil deslizarse algo más lejos en la nada, hasta el punto sin retorno. En mi cajón tengo lo que hace falta. ¿Pero no quiero, no quiero! ¡Tengo cuarenta y cuatro años, es demasiado pronto para morir, es injusto! Ya no puedo vivir más. No quiero morir.

Durante dos semanas no he escrito nada en este cuaderno porque me he releído. Y he visto que las palabras no dicen nada. Las rabias, las pesadillas, el horror escapan a las palabras. Pongo cosas en el papel cuando recupero fuerzas. En la desesperación o en la esperanza. Pero la decepción, el embrutecimiento, la descomposición no están anotadas en estas páginas. Y además ¡mienten tanto, se equivocan tanto! ¡Cómo he sido manipulada! Despacio, despacio, Maurice me llevó a decirle: «¡Elige!», a fin de contestarme: «No renunciaré a Noëllie.» ¡Oh!, no voy a volver a comentar esta historia. No hay una sola linea de este diario que requiera una corrección o un desmentido. Por ejemplo, si lo empecé, en las Salinas, no es a causa de una juventud repentinamente recuperada ni para poblar mi soledad, sino para conjurar una cierta ansiedad que no se confesaba. Estaba oculta en el fondo del silencio y del calor de esa inquietante siesta, ligada a las morosidades de Maurice a su partida. Sí, a todo lo largo de estas páginas yo pensaba lo que escribía y pensaba lo contrario; y  al releerlas me siento completamente perdida. Hay frases que me hacen ruborizar de vergüenza… «Siempre quise la verdad, si la obtuve es porque la quería». ¡Puede alguien engañarse hasta ese punto respecto a su vida! ¿Todo el mundo es tan ciego o soy tonta entre las tontas? No solamente una tonta. Yo me mentía. ¡Cómo me he mentido! Me relataba que Noëllie no contaba para nada, que Maurice me prefería y sabía perfectamente que era falso. Volví a tomar la pluma no para volver hacia atrás sino porque el vacio era tan inmenso en mí, a mi alrededor, que era preciso este gesto de mi mano para asegurarme de que aún estaba viva.

 

 La mujer rota. Simone de Beauvoir

 

He querido hacer escuchar aquí las voces de tres mujeres que se debaten con palabras en situaciones sin salida. Una tropieza con una ineluctable fatalidad, la de la edad. La segunda conjura por medio de un monólogo parafrenético la soledad adonde la ha arrojado su egoísmo exacerbado. La mujer rota es la víctima estupefacta de la vida que ella misma se eligió: una dependencia conyugal que la deja despojada de todo y de sus ser mismo cuando el amor le es rehusado. Sería en vano buscar moralejas en estos relatos: proponer lecciones , no; mi intención ha sido totalmente diferente. No se vive más que una sola vida, pero, por la simpatía, a veces es posible salirse de de la propia piel. He querido comunicar a mis lectores ciertas experiencias de las cuales participé de esa manera. Me siento solidaria de las mujeres que han asumido su vida y luchan por logar sus objetivos; pero eso no me impide -al contrario- interesarme por aquellas que, de un modo u otro, han fracasado.

  Simone de Beauvoir

 

Fuente original

Simone de Beauvoir

La mujer rota

Título original:

L´age de la discretion   Monologue   La femme rompue

Traducción de Dolores Sierra y N. Sánchez

Revisión de J. Sanjosé-Carvajosa

 

© Editions Gallimard, 1968

© Edhsa, 1980

 

 

Simone de Beauvoir, foto tomada de: http://www.cityofwomen.org

 

Foto l La Jornada Semanal  

Víal  Algún día en alguna parte: Las otras mujeres de Simone de Beauvoir.

 

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