… al pueblo tunecino, egipcio, al pueblo árabe, por habernos hecho ver y creer…
» Pero, en otros momentos, no puedo dejar de reivindicar el orgullo de vivir que el mundo entero conspira a darme. En Tipasa, el ver equivale a creer y no me obstino en negar lo que pueden tocar mis manos y acariciar mis ojos. No siento la necesidad de hacer de ello una obra de arte, pero sí de contar lo que es diferente. Tipasa se me antoja como esos personajes que describimos para expresar indirectamente una opinión sobre el mundo. Como ellos, da testimonio; y lo da virilmente. Ella es hoy mi personaje, y me parece que acariciándola, mi embriaguez no tendrá fin. Hay un tiempo para vivir y un tiempo para testimoniar la vida. Hay también un tiempo para crear, lo que es menos natural. Me basta vivir con todo mi cuerpo y testimoniar con todo mi corazón. Vivir a Tipasa, testimoniar, y la obra de arte vendrá luego.Hay en esto una libertad.»
En mi memoria, al regresar a los días que compartimos, no pude evitar recordarle conversando; él ayer hubiera sabido contagiarnos la alegría, con sus palabras, su música, su arte y su maestría, en tan significativo día…
He pasado toda la noche sin dormir, viendo,
sin espacio tu figura.
Y viéndola siempre de maneras diferentes
de como ella me parece.
Hago pensamientos con el recuerdo de lo que
es ella cuando me habla,
y en cada pensamiento cambia ella de acuerdo
con su semejanza.
Amar es pensar.
Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella.
No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no
pienso más que en ella.
Tengo una gran distracción animada.
Cuando deseo encontrarla
casi prefiero no encontrarla,
Para no tener que dejarla luego.
No sé bien lo que quiero, ni quiero saber lo que
quiero. Quiero tan solo
Pensar en ella.
Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar.
Homenaje a Marcelino Camacho, fundador de las Comisiones Obreras, pilar de la lucha por los derechos de los trabajadores en los tiempos más duros, imagen también de la lucha por las libertades y la democracia.
¿Recuerdas, Josefina, aquella anécdota que Marcelino contaba de aquella mujer , como tú, maravillosa, Oliva, la que otrora fuera guardabarrera, sobre aquellas guerreras que a escondidas cosía, al amparo de una vela, con las lonetas desgastadas de los asientos de los viejos ferrocarriles? Trabajando en la vía para alimentar a sus hijos, con su compañero desaparecido, sin otro sustento que su aliento, exhausta por el frío de las montañas, no podía mirar hacia otro lado si en las dehesas, en busca de alguna jara, se encontraba con un muchacho aterido que había huido hacia el monte…
Un día recibió una carta que empañó nuestros ojos llenos ya de olvido. Una carta de agradecimiento infinito, escrita, por la hija de uno de aquellos muchachos, en cumplimiento del último deseo de un hombre que luchó por su pueblo …
Esa carta, qué Oliva no llegó a leer nunca, por la que siempre sentiremos también infinito agradecimiento, está ahora latiendo en el corazón de cuántos quisimos, admiramos y encontramos en Marcelino a un hombre bueno, humilde, trabajador, combativo, un hombre honesto y cercano qué un día soñó con ser ferroviario…
Gracias, Josefina. Te queremos. Y no permitiremos que quiénes todavía pueden recordar olviden.
Gracias, Josefina. Gracias por recordarnos, al igual que hizo siempre Marcelino con su ejemplo, que nunca debemos dejar de rebelarnos contra las injusticias y las desigualdades y por animarnos a no estar dormidos….
Gracias por tu auxilio, tu cariño, tu solidaridad…
Y no. No, Josefina. Nada habéis hecho mal…si hay quiénes persisten, como así es, en permanecer impasibles no es por lo que habéis hecho, es por lo que otros no hicieron. Sólo merecen despertar y será en ésto y en pasarnos muy pronto a verte, para tomar ese delicioso café tuyo, en lo que pondremos todo nuestro empeño.
Porque no hay otro…
volveremos a recorrer el mismo camino.
Gracias, Marcelino. Gracias… Gracias. Por todo…
A Marcelino…y a Oliva, Diego, Justa, Beatriz, Luis, Jesús, Félix, Vences, Paco, José…
«A veces, al igual que en su novela La habitación cerrada, la melancolía y sus adláteres son el precio que hay que pagar para un día llegar a ver la luz y constatar que hay vida y, tras un largo encierro en un cuarto de hotel, poder decir, al fin, como el narrador de ese tercer libro de la Trilogía de Nueva York: “De pronto, tumbado sobre la cama y mirando las rendijas de las persianas cerradas, comprendí que había sobrevivido”. «
Voy a morirme solo, sin molestar a nadie,
voy a morirme lejos, cuando mi amor se acabe,
desesperadamente, sin ley y sin destino,
le contare a la gente, que fuimos dos amigos.
Entre mi amor y el tuyo, dentro de nuestras vidas,
hay algo que aunque quiera, no puedo remediarlo,
por eso me despido, llevándome conmigo,
este cariño grande, que tengo que matarlo,
Voy a morirme solo, sin molestar a nadie,
voy a morirme lejos, cuando mi amor se acabe,
escogeré del mundo, el peor de los caminos,
y le diré a la gente, que no nos conocimos,
Entre mi amor y el tuyo, dentro de nuestras vidas,
hay algo que aunque quiera, no puedo remediarlo,
por eso me despido, llevándome conmigo,
este cariño grande, que tengo que matarlo,
Voy a morirme solo, sin molestar a nadie,
voy a morirme lejos, cuando mi amor se acabe,
escogeré del mundo, el peor de los caminos,
y le diré a la gente, que no nos conocimos.
Si al principio responde el fin y el medio
del decimocuarto año que suspiro,
ni en la aura ni en la sombra hallo remedio;
tal crece este deseo en que deliro.
Amor, para el que el alma no demedio
y bajo cuyo yugo no respiro,
me es tal, que ya de mí ni aun queda medio,
por ojos donde yo los míos giro.
Así menguando voy de día en día
con tal secreto que yo sé tan solo
y aquella que, al mirarla, me destruye.
El alma a pura pena en esto asolo
e ignoro cuánto dure la porfia;
porque la muerte llega, y el vivir huye.
TALES ._ Y a pesar de ello, ¡ oh anciano del mar !, se tiene confianza en ti. Sabio eres, no nos rechaces de este sitio. Mira esta llama, y aunque de humana configuración, se abandona por entero a tu consejo.
NEREO._ ¡ Qué ! ¡ Un consejo ! ¿Ha tenido jamás un consejo valor alguno entre los hombres? Una palabra sensata se embota en el oído duro. Por más que la mayoría de las veces los hechos se condenen de un modo despiadado a sí mismos, la gente sigue por eso tan reacia como antes.
(…)
NEREO._ No turbéis uno de mis rarísisimos instantes de alegría.
Habrá un día en que todos
al levantar la vista
veremos una tierra
que ponga LIBERTAD
Hermano, aquí mi mano
será tuya en mi frente
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la LIBERTAD
Haremos el camino
en un mismo trazado
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando LIBERTAD
Habrá un día en que todos
al levantar la vista
veremos una tierra
que ponga LIBERTAD
Sonarán las campanas
desde los campanarios
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan
Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
por empujar la historia
hacia la LIBERTAD.
Habrá un día en que todos
al levantar la vista
veremos una tierra
que ponga LIBERTAD
También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver,
pero habrá que empujarla
para que pueda ser.
Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la LIBERTAD.
Habrá un día en que todos
al levantar la vista
veremos una tierra
que ponga LIBERTAD.
VERSOS COMO BESOS
Los versos se hacen versos
en los atardeceres del otoño
y en el corazón somnoliento
se abren ríos de luz
y de esperanza.
Es como si todo
volviese a empezr
de manera infinita
y transversal.
… el último pajarillo que sollozante pedía auxilio atrapado en el respiradero de ventilación era un inmaturo al que le delataba el plumón que todavía, levemente, asomaba entre sus alas.
El día no había empezado a despuntar así que lo instalamos en una pequeña terraza tapiada, rodeado de cestas y macetas, con el corazón aún atezado por el manotazo ineludible que la muerte acababa de asestarnos…
Las imágenes, los recuerdos, las sonrisas, las conversaciones, los poemas recitados, el compromiso inalienable, las palabras acariciadoras, brincaban , fluían, se ordenaban, se amontonaban , abriendose paso hasta el cerebro aún exhausto.
Dos pajarillos acudieron al reclamo insistente apenas pasados algunos minutos…
¡Lavanderas!… ¡Son lavanderas! , grité en mi corazón, conteniendo la respiración.
Las lavanderas no se fían mucho de los humanos así que evitamos hacernos notar por temor a que se asustaran y enseguida empezaron a alimentar a su polluelo…
¡ Contamos más de cincuenta entradas y salidas al nido a lo largo del día!
Al ir a comprobar si se trataba de la lavandera blanca enlutada o de la común en la Guía de Aves de Omega , leímos, no sin sorpresa- pues antes nunca habíamos reparado en ningún comentario parecido ( hay que tener en cuenta que es una guía de campo, para identificación in situ) – que los autores afirmaban que en África se considera de buena suerte que las lavanderas aniden en la aldea y de mala suerte si no lo hacen.
De todo lo que acontezca en lo sucesivo considero improbable que pueda algo tener que ver con las incansables lavanderas ( creo ésto con la misma convicción con la que desisto de buscar en un rezo el beneficio de algún ser supremo ) pero no puedo evitar acordarme de José y es entonces cuando sus palabras regresan una y otra vez…
África tenía que venir…las lavanderas tenían que llegar.
ÁFRICA NO EXISTE. L’Afrique n’existe pas. Africa does not exist.
Entrevista de Manuel Mora Morales a EL-HADJI AMADOU NDOYE, profesor senegalés de Literatura Española Moderna en la Universidad CHEIKH ANTE DIOP DE DAKAR- Facultad de Letras y Ciencias Humanas..
Contemplas
los despojos de un siglo que murió entre placeres. Todavía
el hedor de sus sótanos y el rumor de sus fiestas
incendian las ciudades.
Ved el espacio en llamas, la combustión del aire: los edificios
de los cuarteles y de las catedrales; el fulgor del dinero
y su oleaje sobre el horizonte; ved
el corazón de piedra
de la ciudad, sus inmensas fortunas
trasladas de una página a otra de la Historia por los mismos esclavos.
Todavía se adoran en los templos sus dioses, y las leyes
-incluso las que nos ofrecieron libertad-, conocedoras
de que nuestras costumbres seguirían haciéndonos cautivos, son las mismas.
(…)
El temblor del silencio. Sepulcros de la luz. Diego Jesús Jiménez.
Ayer, la Cuarta de El País acogía una reflexión que escribí hace algunas semanas a propósito del Año Camus, de su legado y de la Europa de la crisis. En el artículo subrayaba el lugar que hoy ocupan los todopoderosos mercados y lo lejos que sus objetivos se encuentran del sustrato civil, moral, crítico y transformador de la obra del escritor franco argelino. El “lugar de los mercados” imponiéndose, en el cincuentenario de la muerte de Albert Camus, al “lugar de la palabra”. Curiosamente, en la víspera, yo regresaba de otro “lugar de la palabra”: venía del poema y de la reflexión sobre el poema. De un lugar y de un acontecimiento de los que quedan grabados en la memoria y en el corazón para siempre.
Billie Holiday & Her Orchestra – Please Keep Me In Your Dreams
(NewYork, January 12, 1937)
Please keep me in your dreams
in your sweet dreams let me hold you
when through your window
the breeze comes swingin’
it’s just bringin’ this love song that i’m singin’
please keep me in your dreams
my kiss it seems must have told you
my heart you’ll borrow until tomorrow
so please keep me in your dreams