«No olvidemos que los «garcilasistas» desconocían todas las lenguas extranjeras, y creían -en serio- que Aleixandre era un camelo.»
Las cartas boca arriba. Noticia. Gabriel Celaya
Al cielo
El puro azul ennoblece
mi corazón. Sólo tú, ámbito altísimo
inaccesible a mis labios, das paz y calma plenas
al agitado corazón con que estos años vivo.
Reciente la historia de mi juventud, alegre todavía
y dolorosa ya, mi sangre se agita, recorre su cárcel
y, roja de oscura hermosura, asalta el muro
débil del pecho, pidiendo tu vista,
cielo feliz que en la mañana rutilas,
que asciendes entero y majestuoso presides
mi frente clara, donde mis ojos te besan.
Luego declinas, ¡oh sereno, oh puro don de la altura!,
cielo intocable que siempre me pides, sin cansancio, mis besos,
como de cada mortal, virginal, solicitas.
Sólo por ti mi frente pervive al sucio embate de la sangre.
Interiormente combatido de la presencia dolorida y feroz,
recuerdo impío de tanto amor y de tanta belleza,
una larga espada tendida como sangre recorre
mis venas, y sólo tú, cielo agreste, intocado,
das calma a este acero sin tregua que me yergue en el mundo.
Baja, baja dulce para mí y da paz a mi vida.
Hazte blando a mi frente como una mano tangible
y oiga yo como un trueno que sea dulce una voz
que, azul, sin celajes, clame largamente en mi cabellera.
Hundido en ti, besado del azul poderoso y materno,
mis labios sumidos en tu celeste luz apurada
sientan tu roce meridiano, y mis ojos
ebrios de tu estelar pensamiento te amen,
mientras así peinado suavemente por el soplo de los astros,
mis oídos escuchan al único amor que no muere.
En esta casa, desde la que le hablo a Ud., vivo yo desde el año 1927. Siempre digo, como un recuerdo querido, que a esta casa vine siendo un poeta inédito. Después, en ella, he ido haciendo las cosas de mi vida a través de los sucesivos años.
Esta casa tiene un pequeño jardincito, donde yo por las mañanas, con un pequeño capote que tengo para esto, paseo por el jardín y leo un largo rato. Entonces aprovecho y cuido un cedro, no digamos pequeño, porque es muy grande hoy día. Pero yo lo planté hace ya 30 años, y este cedro es un arbolito que era de 30 centímetros cuando yo lo planté y hoy tiene una cantidad de metros inmensa. Lo tenemos que podar constantemente porque, si no, se come y derriba la casa.
…»Yo le evoco en aquella primera temporada como una fuerza de primavera metida en la primavera: abril, mayo, junio. Primavera de campo. En esos casi comienzos de verano, cuando han brotado los árboles y el aire brilla con potestad de cielo y la naturaleza parece poderle a la ciudad, Miguel era más Miguel que nunca. También él, al ritmo natural, semejaba arribado en esa onda de verdad que enverdecía Madrid y lo coloreaba.»
El cubano Ignacio Villa, conocido artisticamente como Bola de Nieve, canta el pregón El Manicero. En el vídeo aparecen grandes figuras de las letras como Alejo Carpentier.
(Bola de Nieve) «…ha tenido… el talento necesario para ponerse de acuerdo con todos los públicos del mundo. Lo cual demuestra que su arte, nutrido de esencias cubanas, de sensibilidades nuestras, es de los que pasan, garbosamente, por encima de las fronteras, haciéndose inteligible a todos.»
A tod@s aqueles/as que pasedes polas prazas de Galicia O PROXECTO ÁGORA co que colabora CUMULUM agasallaravos con exemplares de libros doados por distintas institucións e que formarán unha estrofa do poema NEGRA SOMBRA de ROSALÍA (Seguir leyendo…)
Avant l’aurore, dans la forêt triangulare
Alfred Jarry
La exactitud vivida de lo que contemplamos
en la blanca mirada del agua
no nos deja ser el destino
-pero nos da, sin levantar la mano,
la mansa sensación de ir acercándonos
al felino escondite de aquel encuentro:
Menos borroso que una hermandad,
ventana.
Y más anónimo que un lirio,
espejo
Un manantial, una hermandad republicana {alguien
tenía que decirlo), un lirio
-y la voz temblorosa
(«la poesía va contra la justicia»)
de la primera luz,
al despertar perdida
en la corazonada discontinua del bosque.
…sentado en los escalones de la casa donde nació, recuerda su incipiente vocación de niño por la medicina y desvela lo que parece una sencilla receta: uno ha de encontrar qué sentido tiene su vida, y descubrir qué facultades tiene para poder darle sentido a esa vida.
» …como un simple demócrata.»
Carlos Castilla del Pino
27 de abril a las 13 horas: EN TORNO A CARLOS CASTILLA DEL PINO
Inauguración de la exposición bibliográfica
“LA BIBLIOTECA DE CARLOS CASTILLA DEL PINO”
(Del 27 de abril al 21 de mayo)
CONFERENCIA. Juan Ángel Vela del Campo, Carlos Castilla del Pino, el humanismo posible. BIBLIOTECA MAIMÓNIDES, CAMPUS DE RABANALES
«Sólo la conmiseración es el principio real de toda justicia libre y verdadera. La conmiseración es un hecho innegable de la conciencia humana; es esencialmente propia de ésta y no depende de nociones anteriores, de ideas a priori, religiones, dogmas, mitos, educación y cultura.»
Michel Machietto on alto sax, Sergio Pamies on piano, Yuka Tadano on bass
José Pérez on percussion Zach Forsyth on drums
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(…) Tom saludó al romántico proscrito.
-¡Hola, Huckleberry!
-¡Hola, tú! Mira a ver si te gusta.
-¿Qué es lo que tienes?
-Un gato muerto.
-Déjame verlo, Huck. ¡Mira qué tieso está! ¿Dónde lo encontraste?
-Se lo cambié a un chico.
-¿Qué le diste por él?
-Un vale azul y una vejiga que me dieron en el matadero.
-¿Y de dónde sacaste el vale azul?
-Se lo cambié a Ben Rogers hace dos semanas por un bastón.
-Dime: ¿para qué sirven los gatos muertos, Huck?
-¿Servir? Para curar verrugas.
-¡No! ¿Es de veras? Yo sé una cosa que es mejor.
-¿A que no? Di lo que es.
-Pues agua de yesca.
-¡Agua de yesca! No daría un pito por agua de yesca.
-¿Que no? ¿Has hecho la prueba?
-Yo no. Pero Bob Tanner la hizo.
-¿Quién te lo ha dicho?
-Pues él se lo dijo a Jeff Thatcher, y Jeff se lo dijo a Johnny Baker, y Johnny a Jim Hollis, y Jim a Ben Rogers, y Ben se lo dijo a un negro, y el negro me lo dijo a mí. ¡Conque ahí tienes!
-Bueno, ¿y qué hay con eso? Todos mienten. Por lo menos, todos, a no ser el negro; a ése no le conozco. Pero no he conocido a un negro que no mienta. Y dime, ¿cómo lo hizo Bob Tanner?
-Pues fue y metió la mano en un tronco podrido donde había agua de lluvia.
-¿Por el día?
-Por el día.
-¿Con la cara vuelta al tronco?
-Puede que sí.
-¿Y dijo alguna cosa?
-Me parece que no. No lo sé.
-¡Ah! ¡Vaya un modo de curar verrugas con agua de yesca! Eso no sirve para nada. Tiene uno que ir solo en medio del bosque, donde sepa que hay un tronco con agua, y al dar la medianoche, tumbarse de espaldas en el tronco y meter la mano dentro y decir:
¡Tomates, tomates, tomates y lechugas
agua de yesca, quítame las verrugas!
y enseguida dar once pasos de prisa, y después dar tres vueltas, y marcharse a casa sin hablar con nadie. Porque si uno habla, se rompe el hechizo.
-Bien, parece un buen remedio; pero no es como lo hizo Bob Tanner.
-Ya lo creo que no. Como que es el más plagado de verrugas del pueblo, y no tendría ni una si supiera manejar lo del agua de yesca. Así me he quitado yo de las manos más de mil. Como juego tanto con ranas, me salen siempre a montones. Algunas veces me las quito con una judía.
-Sí, las judías son buenas. Ya lo he hecho yo.
-¿Sí? ¿Y cómo te las arreglas?
-Pues se coge la judía y se la parte en dos y se saca una miaja de sangre de la verruga; se moja con ella un pedazo de judía, y se hace un agujero en una encrucijada hacia medianoche, cuando no haya luna, y después se quema el otro pedazo. Pues oye: el pedazo que tiene la sangre tira, tira, para juntarse al otro pedazo, y eso ayuda a la sangre a tirar de la verruga, y enseguida las arranca.
-Así es, Huck; es verdad. Pero si cuando lo estás enterrando dices: «¡Abajo la judía, fuera la verruga!», es mucho mejor. Así como lo hace Joe Harper, que ha ido hasta cerca de Coonville, y casi a todas partes. Pero dime: ¿cómo las curas tú con gatos muertos?
-Pues coges el gato y vas y subes al camposanto, cerca de medianoche, donde hayan enterrado a alguno que haya sido muy malo; y al llegar la medianoche vendrá un diablo a llevárselo o, pueda ser, dos o tres; pero uno no los ve, no se hace más que oír algo, como si fuera el viento, o se les llega a oír hablar; y cuando se estén llevando al enterrado, les tiras el gato y dices; «Diablo, sigue al difunto; gato, sigue al diablo; verruga, sigue al gato, ya acabé contigo!» No queda ni una.
-Parece bien. ¿Lo has probado, Huck?
-No; pero me lo dijo la tía Hopkins, la vieja.
-Pues, entonces, verdad será, porque dicen que es bruja.
-¿Dicen? ¡Si yo sé que lo es! ¡Fue la que embrujó a mi padre! Él mismo lo dice. Venía andando un día y vio que le estaba embrujando; así es que cogió un peñasco y si no se desvía allí la deja. Pues aquella misma noche rodó por un cobertizo, donde estaba durmiendo borracho, y se partió un brazo.
-¡Qué cosa más tremenda! ¿Cómo conoció que le estaba embrujando?
-Mi padre lo conoce a escape. Dice que cuando le miran a uno fijo le están embrujando, y más si cuchichean. Porque si cuchichean es que están diciendo el «Padrenuestro» al revés.
-Y dime, Huck, ¿cuándo vas a probar con ese gato?
-Esta noche. Apuesto a que vienen a llevarse esta noche a Hoss Williams.
-Pero le enterraron el sábado. ¿No crees que se lo llevarían el mismo sábado por la noche?
-¡Vamos, hombre! ¡No ves que no tienen poder hasta medianoche, y para entonces ya es domingo! Los diablos no andan mucho por ahí los domingos, se me figura.
-No se me había ocurrido. Así tiene que ser. ¿Me dejas ir contigo?
-Ya lo creo…, si no tienes miedo.
-¡Miedo! Vaya una cosa… ¿Mayarás?
-Sí, y tú me contestarás con otro mayido. La última vez me hiciste estar mayando hasta que el tío Hays empezó a tirarme piedras y a decir: «¡Maldito gato!» Así es que cogí un ladrillo y se lo metí por la ventana, pero no lo digas.
-No lo diré. Aquella noche no pude mayar porque mi tía me estaba acechando, pero esta vez mayaré. Di, Huck: ¿qué es eso que tienes?
-Nada, una garrapata.
-¿Dónde la has cogido?
-Allá en el bosque.
-¿Qué quieres por ella?
-No sé. No quiero cambiarla.
-Bueno. Es una garrapatilla que no vale nada.
-¡Bah! Cualquiera puede echar por el suelo una garrapata que no es suya. A mí me gusta. Para mí, buena es.
-Hay todas las que se quieran. Podía tener yo mil si me diera la gana.
-¿Y por qué no las tienes? Pues porque no puedes. Ésta es una garrapata muy temprana. Es la primera que he visto este año.
-Oye, Huck: te doy mi diente por ella.
-Enséñalo.
Tom sacó un papelito y lo desdobló cuidadosamente. Huckleberry lo miró codicioso. La tentación era muy grande. Al fin dijo:
-¿Es de verdad?
Tom levantó el labio y le enseñó la mella.
-Bueno -dijo Huckleberry-, trato hecho.
Tom encerró la garrapata en la caja de pistones que había sido la prisión del «pillizquero», y los dos muchachos se separaron, sintiéndose ambos más ricos que antes.