» El corazón humano es más severo que el cruel corazón de Neptuno.»
Las Sirenas. Khalil Gibrán
XIII
EPÍSTOLA A UNA DAMA CUYO PRINCIPIO FALTA.
………………………………………….
¡Ay!, dura ley de amor, que así me obliga
a no tener más voluntad de aquella
que me ordena el rigor de mi enemiga ¡
Navío que en alto mar perdió la estrella
es tan de rico don desnuda el alma
siendo la voluntad nueva alma della.
Tiene de mí la victoriosa palma
otro querer, cual suele otro elemento
distribuir al mar tormenta o calma;
es el incontrastable mandamiento
de mi Señora, rayo presuroso
a quien se humilla y tiembla el firmamento.
Perder la voluntad, caso es lloroso;
mas, ¿ cómo llora aquel que para el llanto
sin ajeno poder no es poderoso ?
¡Extrañeza de amor digna de espanto,
que tras tan largo mal sin resentirme
quiere que el mismo mal no sienta tanto ¡
Y no sólo me impide el descubrirme,
mas quiere que no pueda y que no quiera;
poderme anticipar con la obediencia
al mandamiento, aunque más duro fuera.
Y pues desnudo estoy de la potencia
para negar, conviértase mi vida
en alta execución de la sentencia,
que aquella voluntad ya reducida
en otra espero yo que el tiempo vea
negociarme piedad, nueva y crecida.
¿ Mas cómo podrá ser que así no sea,
pues forzosa piedad me tiene y debe
la voluntad que allá se está y emplea ?
No es corazón humano tan de nieve,
o duro pecho fuerte y de diamante
a quien tanto penar no le conmueve.
¡ Ay, que el que vee a un miserable amante
vivir, morir y amar, luego se inflama
de celo en tanto amor firme y constante ¡
Mas nueva voz me acude y me reclama,
dentro del más secreto pensamiento
que rompedor de fe me nombra y llama
diciendo: El mandamiento y juramento
rompes, de no escribir antes ni agora
la causa y ocasión de tu tormento.
Entiende, pues (hermosa usurpadora
de mi albedrío), cuán libre sin mentirte
está de culpa el alma que te adora,
pues si te escribo es sólo por decirte
que ella obedecerá cuanto quisieres,
y no por ofenderte o escribirte;
sola una cosa no querría, si quieres
( y no podrá querer ), que es el no amarte,
lo cual no está en poder siendo quien eres.
Y así de nuevo torno a consagrarte
la dada fe, que nunca desconcierte
del punto donde está por observarte.
Puede muy bien la inexorable muerte
romper la nueva estambre de mi vida,
mas no [el ] deseo de siempre obedecerte;
y no pienses que agora obedecida
dejas de ser, porque te escribo, siendo
tu voluntad de mí tan bien cumplida:
pues juro por los ojos do me enciendo
que solamente escribo porque veas
con cuántas fes fundar mi fe pretendo;
y sólo porque tengas y poseas
con más seguridad mi fe firmada
y lo que en lengua oíste en carta leas;
no por duda o temor que quebrantada
será jamás de mí ( ni jamás ha sido ),
mas sólo por razón bien ordenada.
Y porque no la cubra ciego olvido
de vil costumbre, bien será que quede
esto por ley de amor establecido,
pues siempre renovar se me concede
la escrita fe, que en el discurso humano
tanto con Dios y en ti tan poco puede;
y tú también con más piadoso y llano
trato me escribirás, que yo confirme
la nueva obligación de propia mano.
Y no te agraviarás por escribirme
( si escribes ), por usar tu cetro y mando
siendo lo ya mandado repetirme.
De nuevo yo mi fe saldré obligando
de jamás escribirte, aunque escribiendo
uno y otro escribir fuese alcanzando;
Y así la fe y el mando repitiendo,
imposible será después quebrarse
tan alta convención cual voy tejiendo.
No porque el fuerte pino al comenarse [sic]
de su nueva raíz, si un brazo extiende
deja con mil raíces de arrigarse,
con quien después se ampara y se defiende
del riguroso y descortés invierno,
que apenas hoja dél daña y ofende.
Tu mandamiento, así, pues, blando y tierno,
dentro de mi pecho está cual niño en cuna,
conservando el poder largo y eterno
para que el tiempo al fin, muerte y fortuna,
caso, destino, providencia y arte,
no me puedan entrar en suerte alguna.
Aquí verás quien tanto sabe amarte
si es bien que de Boscán robe el subjeto
para mejor sus males declarate;
así como al más noble y alto efeto
excede amor, del cielo y de natura,
así es más alto y noble mi conceto.
No tiene mi verdad, sincera y pura,
cierta, abundante y de sí misma llena,
necesidad de ajena compostura:
sería de Libia a la quemada arena
agua pedir el húmido Océano,
y a la ortiga su olor el azucena;
del seco invierno el dulce abril temprano
flores coger, y la desierta cumbre
de hierba enriquecer al fértil llano;
robar el claro Sol belleza [y] lumbre
a la noche, sería más triste y fea
y el mundo renovar suerte y costumbre.
Permita Amor que esta verdad sea lea
de ti, que siendo así no dudo cierto
que con más alta luz se entienda y crea.
A pecho que es de Amor guarida y puerto,
a frente de valor tan rica y llena
cualquier cerrado abismo es aire abierto;
a ojos cuya luz viva y serena
al mismo Sol, según los alza y mueve,
toda niebla de error se le enajena;
a púrpura tan fina y fresca nieve,
tan largo oro sotil, tan ondeado,
esle cualquier secreto cierto y breve;
a encendido coral, tan bien cortado
entre el claro marfil muy liso y puro,
todo le debe ser claro y tratado;
a cuello de cristal ( columna y muro
de todo bien ), a mano tan hermosa
será lo más incierto lo más seguro.
Quédese, pues, aquí mi dolorosa
y baja pluma solo con decirte
que mientras no mandares otra cosa
siempre te serviré de no escribirte.
Segunda parte, Madrid, 1591.
Epistolario Poético. Francisco de Aldana.
A mi padre